viernes, 15 de agosto de 2014

KILIMANJIATTAS



Poa kichizi kama ndizi!!!

Nos conectamos una vez más desde el Hotel Kindoroko de Moshi a Hakuna Manjiattas para relatar la gesta, la historia de lo acontecido en los últimos 7 días en los que, además de salvar un desnivel de 5.100 metros desde Moshi hasta la cima del Uhuru Peak, hemos caminado la friolera de 107 kilómetros por cuestas imposibles, selvas impenetrables, calderas de volcanes y glaciares polares. Y si, habéis leído bien: El Kilimanjaro ha sido conquistado por los tres españolitos que escriben esta historia. Aquí está la tan anhelada foto que lo demuestra:



Pero vayamos por partes, conquistar el Kilimanjaro es emprender un viaje ascendente desde el Ecuador hasta la Antártida y ello obviamente no se hace del tiral. Aquí la crónica de la conquista:

Día -2: Dala Dala “¡Que apostamos!”

Nos despedimos del confort del Hotel Kindoroko a eso de las 16:00 en compañía de Lion (no Lio plc como le llame en el post anterior), nuestro guía y un colega suyo a quien por cierto, y de la más tanzana de las putas caras, pagamos el bus ya que no le volvimos a ver. Llegamos a la estación de autobús, que es sin duda uno de los peores lugares del país donde los vendedores totales moran, y como no: había un bus preparado para nosotros a punto de partir.

A decir verdad llamar bus al vehículo en el que nos transportamos hasta Marangu (a las faldas del Kili) es un poco eufemístico. Aquí la gente lo llama Dala Dala y es una especie de furgo bus en la que irían bien 9 personas pero aquí lo petan hasta la bandera (animales incluidos) y se pueden llegar a juntar hasta 25 personas a la vez, algunos como en nuestro caso, con medio cuerpo fuera de la ventanilla. Un agobio jarto, sobre todo si te toca en el sitio de alado de la puerta (Tala) donde va la gente de pie, o en el asiento que bajan por la cara en medio del pasillo en el que te encajas como en la clásica plaza de toros antigua en la que las rodillas del de detrás se te clavan en la espalda y literalmente no te puedes mover (Chelas). El espíritu de este equipo siempre es al mal tiempo mala cara, así que amenizamos las 2 horas de viaje imposible cantando los clásicos temas de la tuna paulina (Trizte y Zola), que si bien tuvieron buena acogida al principio, al final acabaron rayando al personal.




No llegamos a saber muy bien como es Marangu, pero lo que pudimos ver lo describiría como una ladera de bosque tropical (la mitad propiedad de un misterioso profesor entacado) en la que el núcleo principal es un cruce, en el que en España habría sin duda un bar llamado “El Cruce”, donde se intercalan parrillas de pinchos morunos, dala dalas de todo tipo, vendedores totales (nunca fallan) y taxistas en coches reventados que se pelean por llevar a la gente a donde quiera que vayan de la empinada ladera. Nuestro guía Lion (a quien de ahora en adelante llamaremos Richi, que es como le llaman todos sus colegas) arregló el tema con un taxista que tenía el coche más reventado de todos y ahí nos encajamos nosotros tres, Richi, su colega al que no volvimos a ver y nuestras brutales mochilas. Estamos hablando que del cruce a la casa donde nos hospedamos podía ser puerto de categoría especial del Tour y en la castaña en la que estábamos metidos iba a ser un milagro llegar…. efectivamente, a mitad de la cuesta el coche se caló en primera y la palabra manjiatta salió de nuestras bocas, pues se mascaba en el ambiente el pateo total. Y entonces llegó la magia: el nota, a vela, se metió en una entrada de una casa, arrancó su buga y se subió el cuestal más jarto del planeta marcha atrás. Nos quedamos boquiabiertos la verdad.

La casa estaba bien, todo limpio como una patena (tenían a un chiquillo fregando el suelo, las paredes, los coches TODO constantemente) y cuidada. Lo malo que era algo húmeda. Aquí el amigo Richi empezó a mosquearnos un poquillo, porque el tío olía sospechosamente a priva pero tampoco le dimos más importancia porque casi estuvimos con el todo el tiempo y no le vimos darle a la botella. Nos llevó de paseo a la puerta del Parque Nacional del Kilimanjaro, que estaba cerca, y ya de noche degustamos en una choza donde la señora que vendía, compraras lo que compraras, te pedía 10 dólares, una especie de sidra de plátano que hacen por estos lares. Le dimos 10.000 sh y a volar.

Para cerrar el día nos vimos el Caso Bourne en la tele con un compa alado que no paraba de partirse la caja como si estuviera viendo una peli de risas, sin entender un carajo, puesto que Toro Sentado fijo que podría hablar mejor ingles que él.

Día -1: Half Kaput. Kaput.

El día amaneció típico de Marangu: cielo plomizo y humedad total. Como nos habíamos dejado hacer la cama poniéndonos un día antes en manos de nuestros guías del Kili, el plan dependía absolutamente de ellos. Las opciones no eran muchas: o quedarnos en el lodge jugando a la pocha de 3 todo el día o nos íbamos con ellos de paseo. Obviamente optamos por lo segundo, aunque nos flipa la pocha, y nos dispusimos a bajar al pueblo en compañía de Richi y de Aikambe, nuestro otro guía. Aquí os le presentamos:


Cruzando el bosque cuesta abajo y, admirando las propiedades del enigmático profesor, llegamos hasta el cruce donde nos zampamos una especie de cochifrito a la tanzana, invitando a nuestros acompañantes of course. Aquí empezó a desaparecer y aparecer el colega Richi constantemente, y cada vez que volvía olía más y más a priva el tío jodio. No nos lo acabábamos de creer la verdad, sobre todo a sabiendas de que al día siguiente se iba a jalar el inicio de la ascensión como todo hijo de vecino, pero el algodón no engaña y ese olor a acetona que desprende el privador es inconfundible.

Nos intentaron vender un par de motos de ir a unas cataratas o a unas cuevas de unos chagga (la tribu que mora en las laderas a este lado del Kili), pero exigimos que nos hicieran las cuentas antes de nada, y como las del Gran Capitán, entre pitos y flautas nos íbamos a gastar como 70 dólares en hacer cosas que nos daban igual la verdad, así que abortamos misión. Luego resultó que había otras cuevas justo alado a las que se podía ir andando y por 10.000 sh (6 euros) veías lo mismo.

El rollo de los antiguos chagga es para verlo. Eran un tribu un poco torrijilla que vivían de siempre en las laderas del Kili, y quienes cada 30 años aprox recibían ataques de los Masai que les hacían picadillo. Un buen día, un chagga espabilado decidió que si construían unas galerías subterráneas, cuando llegaran los Masai nos les iban a encontrar ni de coña y se pusieron manos a la obra. Al parecer tienen galerías infinitas aunque la que vimos nosotros tenía 4 km (solo vimos un cachico). El pavo que nos lo enseñó, además de ser bastante profesional, se metió mucho en el papel y con todo lujo de detalles nos explicó lo que hacían con todo masai que osaba acceder a esas galerías. Cargando una estaca que parecía una pala de cricket cuádruple y otra séxtuple, nos explicó que al gusto del chagga de turno, le atizaban al invasor en la cabeza si querían que quedara “half kaput” o “kaput” del todo, sin escatimar en detalles de cómo troceaban a los enemigos, les partían el cráneo o les tiraban galería abajo hasta el rio. Casi explotamos de la risa cuando el tio nos explicaba que el tema del half kaput tenia su aquel, ya que si le rompia el cranéo y se le salían los sesos (literal) el masai no podía hablar, ni gritaba. Al ver nuestra cara de chiste añadió, now we laugh, but this is a very seriuos thing. Estuvo gracioso el asunto y casi volvemos a explotar de descojono cuando nos explicó como caminaban los de la tribu por la galería, pero mantuvimos la compostura ya que el tío no estaba para jajas. Le pagamos los 10.000 sh de rigor y nos fuimos al lodge comentando la jugada y haciendo coñas mil.

Al lodge volvimos en taxi, pues ya anochecía, y al preguntar a Richi que porque no subía con nosotros nos contestó POR LA CARA que tenía que comprar fruta. A Noé le vas a hablar tu de lluvia…llegó con un pedo monumental a hacer el check final al equipo que íbamos a llevar al ascenso. La verdad es que manejábamos un mosqueo importante con el tío pedo revisándonos las cosas, más aun cuando se sacó de la manga que les teníamos que dar pasta por habernos acompañado todo el día, pero no estábamos para minucias, el Kili esperaba y nos fuimos a la cama a ver 9 Reinas en el ordenador de Zunzu.

Al día siguiente estaba ahí Faustin, que es el dueño de la empresa, padre de Richi y un caballero por cierto, y puso un poco de orden en el sindiós que había preparado el bala del hijo. Nos fuimos derechitos a registrarnos en el Parque Nacional y empezamos la ascensión.

Dia 1: De Marangu Gate (1.860 metros) a Mandara Huts (2.720 metros): Las nieblas del Kilimanjaro.

El paisanaje en la puerta de entrada al parque era de lo más variopinto: desde una familia musulmana con las mujeres vestidas de cuervo, cero visibilidad y botas de monte, hasta el más equipado de los alpinistas europeos. Gestiones coñazo, alguna foto que otra, pequeñas compras de chocolatinas etc y tras un rato de espera comenzamos la ascensión.

Si el cielo de Marangu es plomizo, se debe nada menos que a la brutal nube que perennemente está instalada en el bosque tropical en la cota más baja del Kili y en ella nos adentramos con una humedad en la que no sabias si quitarte el abrigo o abrigarte más la verdad. Por el camino nos topamos con bastantes monos de la variedad mono azul que andaban correteando por las ramas más altas de aquel bosque de vegetación brutal.



A la hora y media de comenzar nos dieron la comida alado de un rio, entre nieblas, y tras comerlo nos quedamos fríos, ya que de todos es sabido que el español valiente, después de comer, frío siente, y serían las 14:00 cuando llegamos finalmente al primer campamento. Un poco decepcionante el día ya que en 5 horas más o menos recorrimos los 8 km del camino, que si bien transcurría a través de un bosque imponente, el camino era muy cómodo. Excesivamente cómodo para una montaña de esta entidad.

Para matar el rato nos fuimos a ver la caldera de un volcán cercano caminando unos 2 km de propina y volvimos a nuestro hut (refugio) a comer palomitas, jugarnos una pochita y esperar a la cena. Ahí conocimos al cuarto pasajero de nuestro hut, Lamata, una chica china de 21 años que cual alma de cántaro el destino había llevado a subir al Kili sola, pues su amiga se había rajado unos días antes.

La historia de Lamata, de Shangai, es un poco triste. Ella quiere ser bióloga, pero su padre la ha puesto a chapar contabilidad porque se ve que el padre chino corta el bacalao con motosierra. Para más inri, la madre le dijo que no iba a tener cuyons de subir el Kili y que ni lo intentara. Lamentaplamente tenemos que decir que su madre tuvo razón, Lamata la cagó y la bajaron en camilla (forzándola bastante porque no estaba para camilla) desde el campamento 3 (4.720 metros) al que llegó muy vendida, pero a su favor debemos decir que llegó a levantarse a las 23:00 del día del ataque a la cumbre y aunque lo dejó a los 10 minutos de empezar, habría que ver a su madre echarle esos huevos.

Esta parte de la ascensión es tan sencilla, dado que es muy turística y utilizada por los domingueros de turno para hacer un día de hiking, la mítica farsa de subir hasta ahí hacerse la foto y volver.

No es que hiciera frío, pero la humedad calaba los huesos y a Lamata había que acompañarla hasta a mear. Gracias a ello pudimos conocer a dos buenos amigos y paisanos, la pareja que forman Pino y Rai (de Gijón y Villaviciosa respectivamente) y a Ora, una chiquilla de Taiwan a la que nos referiremos más adelante pues su historia raya el Marca Leyenda.

De izquierda a derecha: Ora; Lamata; Pino y Rai



Día 2: De Mandara Huts (2.720 metros) a Horombo Huts (3.720 metros): Amigos en altura

Amanecimos en el humedal de Mandara a eso de las 7 de la mañana y tras lavarnos la cara y asearnos un poco (por última vez) en las palanganas de agua caliente preparadas al efecto por nuestro eficiente porter/camarero, nos dispusimos a toda prisa a abandonar esa nube lo antes posible, pues además de calarnos nos estaba comiendo el tarro.

De subida nos cruzamos con muchos grupos que bajaban de la cumbre, a los que nos ocupamos dedicadamente de preguntar si lo habían conseguido. La grandísima mayoría decía que si, lo que contribuyó a subir el ánimo de la tropa. Aprovechamos también para hacer nuevos amigos, en especial un matrimonio de Lucena (Córdoba, me la juego!) entrado en años que se dedicaba a subir los picos más altos de todas las provincias de España. Belos ellos.

A la hora de escribir estas letras no sabemos si han conseguido la cumbre o no, pues mientras que nosotros hemos hecho la ascensión en 5 días, ellos invirtieron 6. Tampoco sabemos si algún día leerán esto, pues no intercambiamos el correo ni el número, pero de todo corazón esperamos que lo hayan conseguido y sumen esta cumbre a su nutrida colección.

A mitad del camino nos dieron de comer. Mientras que todo el mundo tomaba un tupper preparado con un misceláneo de empanadillas, bocatines y fruta, más o menos apetecible dependiendo de la compañía con la que subían, a nosotros con mantel y todo nos pusieron delante un platal de pasta que no se lo salta un gitano, lo cual provocó las coñitas de nuestros amiguetes Pino y Rai, que nos llamaron mimados (con cariño) y de los cordobeses, a quienes invitamos a compartir mesa y mantel con nosotros.

Finalmente y pole pole (despacio despacio, lo más escuchado en el Kilimanjaro) llegamos a Horombo Huts sobre las 15:00, tras unas 6 horas de ascensión en las que no paramos de discurrir chorradas y canciones imposibles como Horompompero, fusión de Horombo Huts y el clásico de Manolo Escobar.

A modo de aclimatación express, Richi y Aikambe nos llevaron a la Roca Zebra, una roca plc con rayas de zebra a 4.020 metros y a 3.5 km del campamento. Así que de lisas nos metimos 7 km más en el pecho. Eso si, de camino pudimos montar un hito de la suerte en una loma petada de ellos, se ve que es un ritual clásico.



Bajando de la Roca Zebra se nos echó la noche encima, y sin linternas de ningún tipo bajamos a tientas hasta Horombo, lo cual fue una imprudencia de las que marcan época ya que nos podríamos haber roto la crisma perfectamente. No obstante Richi se disculpó, no hubo heridos y llegamos sanos y salvos.

Si bien la actitud de Richi empezó muy mal, pedo perdido, debemos decir que a medida que íbamos ascendiendo el tío se fue creciendo y ha acabado siendo todo un jabato. Aikambe sin embargo, ha estado siempre en su sitio, es un tío belo.

Horombo huts es un campamento el doble de grande que los demás, puesto que en él se junta la gente que sube por la ruta Marangu, los que bajan de ésta y la Rongai, así como todos aquellos que haciendo la Marangu aprovechan el día para aclimatarse. Recuerda como a un pueblo de tierras frías y lejanas, con una pequeña bombilla y una vela que alumbra a varias personas, taza de te en mano, elucubrando sobre el siguiente paso a tomar.

Nuestro compañero en esta ocasión fue Emilio, italiano de Lago di Como que lo primero que nos preguntó fue si roncábamos, pues la noche anterior se la había jalado con dos alemanes tamaño “desayuno chucrut y codillo” que no le dieron una piccolisima serenata precisamente...



Cena y a la cama, que al día siguiente empezaba ya lo serio.

Día 3. De Horombo Huts (3.720 metros) a Kibo Huts (4.720 metros): Anibal ad portas.

A las 8 de la mañana abandonamos el siempre abarrotado Horombo Huts, para afrontar el ultimo día de ruta antes de asestar el ataque a la cima del Kilimanjaro. Se presumía un día de transición, en el que debíamos llegar lo antes posible a (Yohana) Kibo Huts para descansar todo lo que pudiéramos, pero las malas condiciones de sueño que tuvimos en Horombo sumadas al temido viento lateral, nos ofrecieron una jornada trampa digna de recordar.

Lejos quedaba el paisaje selvático y húmedo de los días de Mandara. Ante nosotros comenzaba un árido recorrido sobre dura roca en el que rara vez podíamos aprovechar las acequias creadas para que el agua circulase y en el que la preferencia de paso de los porters, se convertía en un arma más de las circunstancias para cortar el ritmo de paso y entorpecer nuestro objetivo. Que esto no suene como una crítica, ni mucho menos, el agradecimiento a su labor no puede medirse.

La escasa vegetación que se podía observar en los primeros kilómetros de la ruta no pasaba de ser pequeños arbustos y unos extraños árboles que parecían sacados de algún capitulo de Star Treck. Los curiosos Dendrosenecio kilimanjari.



Mientras avanzábamos por la montaña rusa que era la “calzada romana” preparada para la ruta, notábamos como las fuerzas iban menguando y el temido mal de altura nos acechaba como aquellos milanos del Ngorongoro acechaban la comida de los desprevenidos turistas de ese paraje. Aunque esos pequeños arbustos no levantasen más de un metro del suelo, el hecho de que la calzada estuviera parcialmente hundida, nos permitía resguardarnos ligeramente del viento, pero el Manjiattas no perdona y nos esperaba una planicie infinita sin vegetación, paredes o lugares donde resguardarse de un viento lateral que pronto provocó los primeros abanicos en la multicolor serpiente en que se había convertido la comitiva que anhelaba el ascenso al Kili.

Los amantes del ciclismo sabrán el daño que hace este viento y lo duro que puede ser avanzar en línea recta si el viento es fuerte, y en este caso lo era. Los cortavientos hacían aparición por primera vez y no fueron inútiles, pero un quechua no va a llevarte en volandas hasta Kibo; cosa que si hicieron las canciones, las improvisaciones y las versiones que hicimos de alguna de ellas.

Aprovechamos un resguardo entre el rocaje vivo, y nos “aberronchamos” junto al resto de grupos a degustar un lunch que de nuevo parecía insuficiente para la labor que queríamos llevar a cabo, pero tras dar buena cuenta de las viandas y alimentar sin querer a ratoncillos y cuervos que ahí paraban junto a nosotros, reemprendimos el camino con viento fuerte de cara y una espesa nube golpeándonos, para llegar al ansiado Kibo Huts sobre las 14:00.



Kibo Huts, es sin duda el más importante de los campamentos y a su vez el de peor calidad, a leguas de los demás. El edificio de alpinistas constaba de dos “comedormitorios” es decir, una mesa de comedor rodeada de literas donde se mezclaban los que bajaban de la cumbre con los que subían de Horombo, así como las ganas de descansar de unos con las ganas de comer y comentar de otros que compartían la habitación, para convertir los “comedormitorios” en un sin sentido de cojones.

A esto debemos añadir que en Kibo Huts ya no llega el agua, si no es cargada por los siempre sufridos porters, y por tanto el baño se convierte en letrina, la cual sorprendentemente estaba alicatada y ni tan mal.

Llegamos a la habitación los primeros, y así pudimos elegir cama apropiándonos de las literas más alejadas de la puerta, previo “piedra letal”, nuestro eterno modo de sortealuchar por los más preciados elementos de la ruta. Sabia decisión, puesto que al poco pudimos comprobar como la puerta se abría de golpe sin preaviso, cada 3 minutos, debido al vendaval que corría por el pasillo del refugio. Con el correspondiente frío de cojones. El grajo vuela bajo en Kibo.

Tras el te de rigor nos metimos en los sacos y a los dos minutos: ganas de mear. Todo un clásico. Con las botas sin atar y el polar a medio abrochar, al abrir la puerta de la habitación se mostraba una imagen digna de una película de Wes Craven o de una novela de Stephen King. Los escasos rayos de luz que penetraban con dificultad por los resquicios de la puerta, dibujaban una tenebrosa silueta al final de un estrecho y oscuro pasillo de madera, en el que el silbar del viento a través de cada una de las ranuras del refugio hacia de banda sonora y tornaba en innecesario el acudir al servicio. Vamos, que te meabas en los pantalones.

Nos metimos en el saco con la promesa de una cena a las 17:00 y posterior sueño reparador que debía durar hasta las 23:00, hora en la que empezaba la fiesta de la cumbre; por supuesto las manjiattas se sucedían como las olas en el mar. Fue cerrar el ojo y entrar en la habitación una banda de barbaros teutones que acababan de llegar con ganas de juerga a tomarse su te y sus cacahueses. Se sentaron en la mesa y se marcaron una tertulia que ni Carlos Herrera, ellos de jajas y nosotros fumando en pipa intentando planchar la oreja. No dejaron que durmiésemos nada antes de la cena, mucho se reían los cabrones y de momento, hasta aquí puedo leer…

Manjiatta honoraria para uno de los teutones, que se la jaló de gordo como portero de la habitación al dormir en la litera más próxima a la puerta y cada vez que alguien quería entrar o salir de la habitación, este pobre hombre tenía que abrir y cerrar el pestillo para evitar que la puerta quedara abierta tras portazo vendavalero.

Se puede apreciar como la litera en primer plano, de sabanilla verdosa,
era en la que se estiraba el teuton manjator-portero.
Y tras la cena, como siempre rica en hidratos de carbono, nos pusimos nuestras mejores galas, redistribuimos el equipaje de nuestras mochilas y dejamos preparado todo el material que necesitamos para estar listos lo antes posible esa misma noche. Así, como en el verano del 212 a.C, acamparon las tropas de Anibal junto a Roma, en el verano de 2014 acampamos nosotros en Kibo, Anibal ad portas, la diferencia con el general cartaginés es que nosotros si planeábamos tomar nuestro objetivo, el Kilimanjaro.

Día 4. De Kibo Huts (4.720 metros) a Uhuru Peak (5.895 metros) y descenso a Horombo Huts (3.720 metros). O César o Nada

Ni que decir tiene que entre las 17:00 que nos metimos en el saco hasta las 23:00 que entró el camarero/porter con el té y el porrich de rigor, no dormimos una mierda. A lo sumo un par de horas. El frío, los nervios, la luz, los ruidos de los demás compañeros, la altura…todo estaba en nuestra contra para poder conciliar el sueño.

Como cenamos antes que los alemanes, aprovechamos su pitanza para organizar todas nuestras cosas y descubrir que entre su grupo estaba integrada una belísima americana de Seattle afincada en Arizona llamada Rachel. Una grande como la copa de un pino. Sonrisa de oreja a oreja, simpatía y espíritu tan autentico de los USA, se dedica en sus vacaciones a trabajar como voluntaria en Africa. En este momento estaba en Mozambique, y decidió hacer una escapadita a Tanzania a subir el Kili, para caer en desgracia en un grupo de puretas alemanes que además de no tener ni puta gracia, eran una banda de cagaos.

Eran algo así como la sección de reconocimiento antes de que el Sargento Highway les metiera en vereda:



Rachel no lo consiguió, el frío pudo con ella a 5.685 metros, en Gilmars Point, el balcón de la caldera del Kili. El frío y que sus teutones compañeros no supieron animarla. Nos confesó después que nos escuchó subir cantando, riendo y motivándonos, y pensó que de estar con nosotros lo habría conseguido. Nunca lo sabremos, pero eso si, la alegría y las ganas de vivir de esta encantadora mujer no se las quita nadie. Ese es su éxito y además, se rindió con honor, con las botas puestas y la cabeza alta.

Antes de ponernos todos a dormirtar, dos de los teutones, un gordo mastodóntico, de los que tras beberse una birra se revientan la jarra en la cabeza, y una señora también entradita en carnes, ya avisaron que al Kili iba a subir Rita y que a las 23:00 ni hicieran el amago de despertarles, pues como mucho les iban a contestar con un cuesco. De los 12 que éramos en la habitación del refugio, 2 descartados en primera ronda.

Allí la tensión se cortaba con un cuchillo. Nuestros guías nos daban las últimas consignas: guardar las botellas boca abajo, se os van a congelar el agua y así tendréis un poco de lo que beber; poner pilas nuevas en los frontales; poneros todas las capas que podáis; entre otras cosas. Ello con un viento huracanado soplando fuera. Intentamos rebajar la tensión tirando de humor y preguntando si, visto lo visto, además del frío extremo y el vendavadalal que soplaba fuera, tendríamos que medirnos con dragones, orcos o la bruja del Oeste, para regocijo de Rachel y mirada esquiva de los teutones.

Llego la hora, el reloj marcaba las 23:00 cuando la tropa se puso en marcha. Una alemana vomitaba en las literas del fondo, otra aprovechando la coyuntura se hizo la mala (le salió de culo) y escurrió el bulto. Dos menos, quedábamos 8 con ganas de hacer historia. Nos despachamos con un mate de coca doble por barba (viva la Pachamama) y un cuencal de porrich con jalea real y todo tipo de pócimas que encontramos a mano para darnos energía y, tras vestirnos cual Admunsens de la vida camino del Polo Sur, salimos a la calle a comernos el monte. Hubo antes una paradita en las letrinas, pues de casa hay que salir siempre c---ao y m---ao. Aunque para uno de nosotros no iba a ser la definitiva visita al Sr Roca, nunca mejor dicho.

Lo que teníamos por delante no era moco de pavo precisamente, el primero de los retos residía en ascender la ladera del volcán en cuya cima está el paso denominado Gilmars Point, salvando un desnivel de 965 metrolos nada menos, desde los 4.720 metros de Kibo Huts hasta los 5.685 metros de Gilmars Point. La noche estaba cerrada, negra como el sobaco de un grillo y por la ladera solo se veía un serpenteo de luces en hilera. Hacia frío, aunque con el abrigo total que portábamos no se notaba mucho y el viento era suave, con rachas medianas de vez en cuando.

A las 0:25 nos pusimos manos a la obra y comenzamos bautizando rocas por el camino. Así a la solemne pregunta con voz potente de: Tell me Richi, does that rock has a name?? No. From no on it will be know as…dejamos atrás la española, la ventosa, la madridista y la Raul Gonzalez Blanco. De Kibo a los 5.000 metros la cosa fue sencilla. Pudimos cantar además de nuestros clásicos temas Kibo Huts o el mítico del Kili Jambo, Jambo bwana que nos hemos aprendido en swahili (y transcribiremos más adelante), temazos inolvidables como Volaré, de Dean Martin o Dont Worry be Happy aunque como siempre, Zunzu puso la voz y nosotros los coros.


(Robin Williams in memorian, que sale en este video) 

Pasada la barrera de los 5.000 se empezó a complicar el tema, el suelo se volvió más arenoso y con roca suelta, el frío empezó a mostrar sus rigores en pies y manos y además, tuvimos que adelantar a todos y cada uno de los grupos que habían salido antes que nosotros, que básicamente eran todos los de la ruta Marangu (60 personas igual, me la marco) a excepción de Pino y Rai que salieron a la 1:00 am, de dos japos que hicieron un tiempo paupérrimo pero salieron a las 23:00, unos aragoneses y el gran Emilio, italiano de Lago di Como. Adelantar a un grupo a estas alturas es un esfuerzo bastante importante, es como el clásico acelerón que tienes que dar si o si a veces con el coche y que sabes que se te han ido 10 euros de chofa, ojalá hubiera sido una cuestión de euros y no de gasolina humana, de las exiguas fuerzas que necesitábamos. Todo ello saliéndote del camino, donde la arenilla estaba pisada. Fuera de él, por donde adelantábamos, era poco menos que escalar una duna, a 5.000 y pico metros, con botas de monte y mochila.

Al igual que nunca olvidaremos que fue en el minuto 116, cuando Iniesta paró el reloj en el Soccer City de Johannesburgo, jamás olvidaré que eran las 3:14 de la madrugada y mi altímetro marcaba 5.400 metros cuando Talavera anunció que the finest hour había llegado. La gastrointeritis llamaba a su puerta y no quedaba sino batirse. Haciendo de tripas corazón y ante la mirada absolutamente atónita de Richi, Aikambe, Zunzu y un servidor, se escondió tras una roca y llevó a cabo uno de los mayores actos de heroicidad que he visto en los días de mi vida. Ello le ha valido claramente el galardón de “El Duro”, aunque ya habrá tiempo para premios más adelante.

Pole pole y paso a paso, ya sin nadie que adelantar y libres de obstáculos, alcanzamos Jamaicas Rock, que sinceramente no tengo ni idea de porque la llaman así. Casi se intuía, en la oscura noche, Gilmars Point y Richi, anunciando que lo más duro venia a continuación, nos indicó que había que dar un paso y reposar, paso y reposar. Ello sirvió para recuperar un poco el resuello e intentar beber a la vez que seguíamos subiendo, aunque las cantimploras estaban totalmente congeladas salvo las pocas que teníamos en funda térmica o dentro de la mochila. Planazo.

La llegada a Gilmars Point desató la euforia del equipo. Habíamos domado la ladera y llegado a la cresta final que culmina en el pico Uhuru. Solo quedaba, básicamente, hacer el papeleo que se suele decir. Se escapó alguna lágrima de emoción y muchos abrazos, y aun tuvimos tiempo de tomar una taza de te de un termo que llevaba Richi y unas galletillas un poco chusteras, la verdad. Fueron 3 minutos a lo sumo, el frío aquí era ya un canteo. Hablamos de 20 bajo cero y un viento que al poco iba a tornarse en ventisca de nieve y hielo. A nuestra izquierda, la pared de la caldera del volcán, a la derecha un abismo cojonudo que terminaba en el glaciar interior del Kilimanjaro, donde están la mayor parte sus famosas nieves. Unas vistas francamente espectaculares, abrumadoras, imponentes. No encontramos las palabras para describir el espectáculo que se adivinaba a las primeras y aun muy tenues luces del día que comenzaba.

Tras una hora de duro peregrinar en este entorno, llegamos a Stella Point, a 5.700 y pico metros. El punto en el que pasas de caminar por dentro de la caldera a crestear el monte hasta la cima. Ahí nos unimos a los que a duras penas ascendían por la ruta Machame. El espectáculo comenzaba a ser tenebroso: todo el terreno blanco, helado, el glaciar de la cara sur con paredes de decenas de metros impertérrito, ventisca absoluta, gente resguardada tras las rocas abrigándose con la mítica manta del SAMUR como de papel de plata y un tipo a quien llevaban en volandas dos personas como al tipico borracho de discoteca, aunque de cuando en cuando volvía en sí y se tiraba al suelo para intentar calentarse en un entorno imposible.

No sabría decir cuanto tiempo tardamos en recorrer la distancia que separa Stella Point de la cima del Kili, media hora quizás, 45 minutos, no lo se. El caso es que a las 6:55 de la mañana del día 13 de agosto de 2014, los tres amigos que un día pensamos que podíamos hacerlo, pisábamos la cumbre más alta de todo un continente. El Kilimanjaro estaba conquistado y podemos decir con la cabeza bien alta que África no tiene techo para nosotros.



La sorpresa fue toparnos ahí mismo con Pino y Rai y sumarnos al Asturias Patria Querida que comenzaron a cantar. Tengo que decir, con hondo orgullo y no poca emoción, que de las 8 primeras personas que llegaron al Pico Uhuru a través de la ruta Marangu esa mañana, 7 fuimos españoles. Eso dice mucho de nuestra estirpe, y uno que además de soñador, siempre ha creído que algo de esos españoles que una vez escribieron las páginas más gloriosas de la historia Antes que nadie, sigue estando un poco vivo en nuestra sangre, escribe estas líneas desde Moshi, dos días después con el pecho aun enchido de orgullo español.

Finiquitamos el tema de las fotos lo más rápido que pudimos, dejamos un candado en la cima con nuestros nombres y un lacito de bandera española y nos fuimos de ahí cagando melodías pues el marronal era ya de categoría. No sin antes dar un pequeño sorbo a la petaca cargada de Juanito el Caminante y hacer la machada de poder gritar a los cuatro vientos: Kilimanjaro, monte privado!!



Habrían pasado 15 minutos de descenso cuando nos topamos de bruces con Ora. ¿Recordáis que hace rato mencionamos brevemente a esta taiwanesa? Pues bien, esta es su historia. Ora, de 21 años y sonrisa perenne, es una chiquilla de Taiwan, el país donde se hacen todas las cosas, que podrá medir 1.55 cm mucho. La chica comenzaba tras el Kili un breve voluntariado y una vez que llegó a Moshi, sin comerlo ni beberlo se apuntó al trekking sin tener, literalmente ni puta idea de a lo que se enfrentaba. Podréis no creernos, nosotros mismos no nos lo creíamos pero esta infeliz de ovarios de oro, desconocía la altitud de la montaña, el mal de altura, el frío, no tenía botas de monte, su saco de dormir te haría pasarlo mal en una acampada en la playa y no tenia, en absoluto, pantalones o ropa apropiada. La primera noche la pasó con Rai y Pino muerta de frío, así que en Horombo la regalamos una de nuestras propias mantas del SAMUR. La segunda noche en Horombo no durmió a penas y estuvo vomitando constantemente. La de Kibo, no tenemos referencias la verdad, pero calculo que seria otro desastre y sin embargo bajo la consigna mil millones de veces repetida: NEVER GIVE UP, la tía hizo cumbre dejándonos a todos boquiabiertos. De verdad que seguimos impresionados por la gesta de esta chica y el poder de la mente, pues solo de esa manera y con retales de ropa prestada ha conseguido llegar a lo mas alto.

El descenso fue caótico. Zunzu tardó unas 2 horas y media, Talavera 3 y media y yo entre ambos. Bajamos dando tumbos, deshidratados hasta el extremo y exhaustos. Lagrimas en los ojos, barba, cejas, ropa y mochilas congeladas, recuerdos para los seres queridos y ganas de llegar cuanto antes al refugio. La operación llegada fue a su vez de una dureza total, quitarse las polainas o el abrigo era una operación de varios minutos entre la tiritona y el cansancio extremo, con el cuerpo agarrotado.

Debemos decir que solo 3 de cada 10 personas que lo intentaron el 13 de agosto fueron capaces de llegar a la cima. El campeón de nuestra ruta fue Emilio, de Lago di Como que llegó a Uhuru en 5 horas y 15 minutos. Después nuestros asturianines Pino y Rai, en 5 horas y media, tirando de casta, de físico y de bemoles como nadie. Al poco los aragoneses, que invirtieron 5 horas y 40 minutos y a las 6 horas y media los que suscriben, que sin comerlo ni beberlo nos ganamos un meritorio cuarto puesto.

De 10:30 aprox a 12:00 estuvimos metidos en el saco, con fuertes dolores de cabeza a causa de la deshidratación y la eterna tiritona a pesar de estar abrigadísimos. A las 12:00 llegaron Aikembe y Richi para anunciarnos que había que salir de Kibo escopetados a Horombo y que solo perdiendo altura mejoraría nuestra condición. Las ganas eran más bien tumbarse y que el sol saliera por donde quisiera, pero cuando algo es si o si, no queda más que levantarse, tomar algo caliente para recomponerse y mal que bien empezar los 11 km de descenso que separan Kibo de Horombo. No se hizo pesado el viaje, la verdad, en parte gracias a la compañía de Pino y Rai, con quienes repasamos una y mil veces la ascensión.

Llegamos a Horombo sobre las 16:00 y bingo!! En nuestra habitación del Hut nos tocó con un grupo de unos 10 catalanes que se habían dado la vuelta en Stella Point, muy cerca de la cumbre. La picada que manejaban era histórica y solo su líder, un señor que había subido unas 5 veces y que tenia una agencia de viajes en Cataluña mostró algo de caballerosidad. Ni que decir tiene que se dieron la vuelta con todas sus banderajas traidoras encima y que en la cima solo hondeo la bandera nacional esa mañana. Como Talavera y yo llevábamos puesta la camiseta de la selección sobre la térmica. y se tuvieron que jalar nuestras anécdotas en la habitación del hut, comentadas a viva voz por enésima vez con Pino y Rai, uno de los señores catalanes (de 60 años lo mismo) se puso la camiseta del Barsa, esa que es naranja y que parece que destiñe. Casi nos meamos de la risa.

Aun tuvimos tiempo de conocer a un señor muy autentico que estaba con su hija camino de la cumbre. Tiene pinta de ser un gallo (llevaba sus guantes de la mili) y además es nacido en el numero 15 de la calle Castelar de Santander, de Puerto Chico como yo. A la hora de escribir estas líneas (0:30 de la noche en Moshi del día 15 de agosto que comienza) debe de estar comenzando el ataque a la cumbre. Mis mejores deseos para ambos y espero que podamos brindar como acordamos a partir del 21 en el Puntal copazo en mano.

El sueño nos venció y dormimos de 20:30 de la tarde a 6:00 am como unos gallos, sin tener que salir al baño por primera vez, que es una autentica putada.

Día 5. De Horombo Huts (3.720) a Marangu Gate (1.860 metros). Ni polainas ni pollas.

Hoy (o ayer, que ya no sabemos donde vivimos) nos hemos levantado en Horombo con muchas ganas de salir del monte y cambiar de tercio de una vez por todas. Quedaban 20 km de descenso, que hemos recorrido en 4 horas y media, así como finiquitar el tema de las propinas con el equipo de porteadores, cocinero y demás que nos han acompañado. El tema estaba confuso, a algunos grupos la noche anterior se lo habían llevado en un papelajo y los números variaban mucho de compañía a compañía. A nosotros solo nos dijeron que lo hablaríamos abajo y aunque sonaba a encerrona, confiábamos en poderlo hablar cara a cara con Faustin, el jefe de la empresa y con el que hemos tratado el tema de los talegos siempre. Y así ha sido. Todos han quedado contentos salvo el bala de Richi que se ha quedado puteado, aunque calculo que a estas horas estará pedo y se le habrá pasado. Pero es que propina, según la RAE es:  Agasajo que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio y no un te cobro de más porque me sale de la punta.

Que un porter que gana una mierda por subir kilos de material dejándose el lomo se quede jodido por no percibir una propina que verdaderamente necesita es una cosa, pero que el hijo mamao del dueño se lo lleve calentito plc es otra. Si hay que elegir, siempre con el porter.

Lo belísimo ha sido que Faustin, que es un caballero, nos ha traído a Moshi (70 km de coche) en su propio buga y así hemos podido evitar el temido dala dala, que nos apetecía como volver a subir al Kili del tirón. Por cierto, Faustin nos ha recibido con una botella de champagne malo al final de la ruta. Ha sido un detalle y hemos tenido que privarlo, pero malditas las ganas…eso sí, a la par que lo apurabamos cantamos contentos el clásico Jambo, Jambo bwana:

Jambo, jambo bwana
habari gani muzuri sana
wageni mwakaribishwa
Kilimanjaroo 

Hakuna matata!

tembea pole pole
hakuna matata!

Ikianza Mandara
hakuna matata!

Ukienda Horombo
hakuna matata!

tembea hadi Kibo
hakuna matata!

Uhuru tumefika
bila matata!

Aunque ya es hakuna matata (no hay problema) al estar coronado el Uhuru. Bila matata significa no será un problema, pero ya sin duda no lo es. 

Una vez en Moshi hemos acudido prestos a refugiarnos en nuestro querido Kindoroko y ponernos manos a la obra a escribir estas letras que aun tardaremos tiempo en colgar, pues internet va de culo y queremos ofrecer calidad a nuestros lectores.

Esta ha sido nuestra historia de ascenso al Kili, quizás no es una gran historia para muchos, pero para nosotros ha sido una aventura inolvidable totalmente. Hemos cumplido un sueño, tachado un objetivo y todo ello con honores y en unas condiciones climáticas muy adversas. Hemos sufrido, hemos reído, hemos llorado y hemos disfrutado como enanos. Ahora podemos mirar a la montaña con respeto, pero sonreír y decir orgullosos: yo he estado ahí. Ese es nuestro premio, de imposible cuantificación.

Este post queremos dedicárselo a toda la comunidad alpinista en la que, por derecho propio, nos hacemos un huequito humilde y pequeñito estos días. A todos los sherpas, guías, porters, arrieros o como quiera que se llamen quienes alumbran el camino y quienes se dejan la salud abasteciéndolo; a todos los pioneros, los valientes que una vez miraron una montaña y cuando los hombres vacíos y pequeños les decían que era imposible escalarla, ellos soñaron que se podía y lo demostraron; a todos los que una vez se dieron la vuelta, porque el monte impuso su poder; a todos los que quedaron el camino y sus pasos sirvieron para que los demás llegaran; y, en general se lo dedicamos a los que hacen del esfuerzo su consigna y jamás se rinde hasta conseguir sonreír sobre las nubes. A todos ellos este temazo, que es un canto a la libertad:



Como ha sido muy duro y quedamos en que las manjiattas del Kili contaban doble, no podemos sino actualizar el manjiatometro otorgando dos puntos al Tala por motivos obvios, dejando la general de la siguiente manera:

1.- Tala: 4 manjiattas
2.- Chelas: 3 manjiattas
3.- Zunzu: 2 manjiattas

Y como además es un día especial, tenemos que dar premios especiales, los clásicos del AS, del Tala y de la Magdalena HC (un abrazo titanes):

El crack: A Ora, la Taiwanesa. Porque caminó hacia lo desconocido superando todas adversidades con una sonrisa, demostrando que querer es poder.

El dandy: A Pino, por su clase y espíritu, por su amor por el deporte y la aventura; por ser la viajera incansable que es y por haber tirado de Rai con amor, casta y coraje, más rápido que nadie.

El duro: Al Tala, por motivos obvios que no vamos a reiterar. Muchos se habrían dado la vuelta o manchados los pantalones, pero el amigo Guisherme dio un recital ahí arriba de dureza y savoir faire jamás visto.

Vaya traca!!: A Lamata, la chica de Shangai. Todo estaba en su contra, y se me encoge el corazón de pena por ella, pero está hecha de la misma pasta que Ora, aunque obviamente no del mismo molde. Atacar solo 10 minutos la cumbre y bajar en camilla, en opinión de este jurado, es forzarla demasiado.

Esto es todo amigos, son las 0:55 de la noche y a las 6:15 am tocamos diana para coger un bus que nos lleve a Tanga y ahí un avión a la paradisiaca e inhóspita isla de Pemba. Desde ahí nos conectaremos como podamos y relataremos las últimas aventuras de Hakuna Manjiattas para todos nuestros seguidores.

Un abrazo y lana salama a todos!!


Zunzu&Tala&Chelas

Pd: Este post se cuelga integramente desde Chake Chake, la capital de la isla de Pemba. Os aseguramos que ya han ocurrido muchas cosas en un solo día, sobre todo miles de manjiattas. No os desengancheis de Hakuna Manjiatta porque en unos días saldrá a los kioskos el capitulo final en el archipielago de Zanzibar!!

3 comentarios:

  1. Bravo... Mucha envidia sana. Sois unos cracks. Descansad mucho y bien! Grande abrazo. Ganas de leer la entrega final.

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  2. Señores! Muy orgullosos de vosotros! Teneis mucho mérito! Deseando veros y que nos conteis todo en directo!

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  3. Muchas felicidades a los tres! La verdad es que habeís podido vivir una experiencia única y eso es lo que importa! Un abrazo!

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